El libro se titulaba "los grandes dones", y contaba maravillosas historias y cuentos acerca de grandes inventores, maravillosos artistas, sabios escritores y aventureros y buscadores de tesoros. Con cada historia, los niños abrían aún más los ojos, y quedaban encantados con aquellos personajes con dones tan especiales.
Hasta que llegaron a la última página del libro, la que contaba el origen de aquellos grandes personajes. La maestra leyó:
"Existe un lugar en el cielo llamado la fuente de los corazones, donde antes de nacer a cada corazón se le asignan sus muchos dones. Más o menos un poquito de cada cosa, para conseguir personas normales. Pero de vez en cuando, algo sale mal, y algunos corazones llegan al final mucho más vacíos. En esos casos, se rellenan con un último don que convierte esa persona en excepcional. Pueden faltarle muchas otras cualidades; en muchas cosas será distinto del resto y le verán como un niño raro, pero cuando llegue a descubrir su don especial, sus obras pasarán a formar parte de estos libros y cuentos."
Cuando cerró el libro se hizo un largo silencio en clase. Mientras todos pensaban en sus propios dones, Moncho salió con una de sus rarezas:
- ¿Y si te hacen un transplante y te ponen el corazón de un cerdo, tendrás cualidades de cerdo? - preguntó todo serio.
Todos sintieron unas enormes ganas de reír, pero entonces, al mirar a Moncho, comprendieron que era él precisamente uno de aquellos casos tan especiales. Y sintieron pena por cada una de las veces que se habían reído de su torpeza y sus cosas raras. Desde aquel día, nunca más trataron de burlarse de Moncho, y entre todos trataban de ayudarle a descubrir su don especial, que resultó ser un talento artístico increíble que le convirtió en el pintor más famoso de su tiempo.
por Pedro Pablo Sacristan


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