domingo, 9 de enero de 2011

El mundo del qué se yo

Benjamín vivía en una hermosa casa cerca de un bosque verde, muy verde, que se llenaba de flores cada vez que algún niñito soltaba una carcajada por cualquier motivo.
El lugar, repleto de florcitas de todos los colores, cada vez tenía más color, y esto era porque los niños vivían felices en el lugar, en donde se respiraba un aire fresco y con un perfume a menta permanente.
Benjamín, que tenía seis años y que era hijo único no paraba de hacer preguntas en todo momento.
Sus papás trabajaban todo el día, por eso el niño quedaba al cuidado de sus abuelitos que le contaban increíbles cuentos y fábulas.
Gracias a la cantidad de historias que sus "bubis" (así llamaba a sus abuelitos) le leían, Benja no paraba de preguntar cosas a cada ratito.
Una noche, antes de dormirse, el pequeño Benjamín le pidió un deseo a una estrella roja y brillante que él veía cerca. El deseo no se cumplió, ya que el sueño empezó a apoderarse del chiquitín.
Mientras dormía, Benjamín entró a un mundo luminoso lleno de dudas que le daban pequeños golpecitos en las manitas.
Cuando se chocó con un caminito azul, Benja le preguntó: - ¿Sos el cielo?. EL caminito azul, le respondió con mucha altanería: qué se yo. Y siguió sin prestarle atención al chico.
Benja se sonrojó, porque no pensaba que algo podría contestarle de esa manera. Cuando se encontró con un brillo amarillo, se intrigó y le dijo, qué lindo señor sol, encantando de conocerlo. ¿Perdón? le preguntó asombrado el sol. Entonces Benja, otra vez sonrojado, se disculpó y le dijo, creí que usted era el sol. EL montoncito brillante amarillento le contestó en tono amable...qué se yo. Benja, se sintió tan mal que se puso a llorar.
Pero, siguió caminando y veía árboles, pájaros, estrellas, hasta al mismísimo arco iris que no sabía quién era y se sintió un poco más tranquilo.
El sí sabía qué eran todos ellos, porque había leido sobre ellos y sus abuelitos y papás también le habían contado para qué existían y cuál era la función de cada uno. Por eso los llamó y les contó quiénes eran.
Gracias a Benjamín, el señor cielo, el sol, las estrellas, los árboles, los pájaros y el dulce arco iris comenzaron a sentirse felices y tuvieron ganas de saber mucho más, de aprender más sobre ellos mismos. Benja se sintió feliz, porque todos ellos le preguntaban miles de cosas y él les respondía todo lo que sabía con una enorme sonrisa. El niñito se dio cuenta, a su corta edad, que toda la sabiduría que poseía se la debía a la lectura que escuchaba todos los días cuando su hermosa familia le leía fascinantes historias y se dijo a sí mismo que nunca jamás iba a dejar de leer.
Cuando se lo prometió se dio cuenta que el día había nacido y que su mamá lo despertaba con una taza enorme de leche chocolatada. Sobre la mesa de la cocina vislumbró un enorme libro naranja, Benja se sintió dichoso, porque sabía que lo esperaba otra estupenda mañana repleta de historias. cuentos y fabulosas leyendas.





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