En México hay un tesoro,
un angelito de oro
posado en un solo pie.
Cuando uno mira hacia arriba
es como una estrella viva
que inventa el amanecer.
Parece pedir permiso
al dueño del paraíso
por toda la humanidad
que en esta vida terrena
a lágrimas se encadena
y busca la eternidad.
Angelito mexicano,
ándale y haz el favor
de llevarnos de la mano
por el cielo del amor.
Está en una encrucijada
con la mano levantada,
volándose y no se va.
Abiertas las dos alitas,
le canta las mañanitas
al sol de la libertad.
Y ahora que me despido
del ángel de oro vestido
que me haya escuchado bien
es lo que le recomiendo
pues ya nos estamos viendo
en el umbral del edén.
María Elena Walsh
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