El rey se sentaba en su trono de cartón.
La bandera del rey era tricolor,
roja, amarilla y verde.
¡Fresa, limón y menta!
-gritaba el rey de los helados-,
tocaba una campanilla,
de vainilla y cantaba su pregón.
-¡Fresa, fresa,
para el postre de la mesa!
¡Fresco limón,
para el niño llorón!
¡Y el rico helado de menta
si atormenta la tormenta!
El rey de los helados
vivía en el país de los niños.
A la puerta de la escuela,
tenía su clientela.
El mismo rey despachaba los helados,
no los vendía,
que los daba regalados.
En las grandes colas, los niños
saltaban y cantaban al rey,
nunca se estaban quietos,
también había viejecitos
con las manos llenas de nietos.
Y cuentan que todos eran felices
con el rey del helado,
y el rey nunca fue destronado.
Gloria Fuertes
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