sábado, 10 de noviembre de 2012

EL ANILLO DEL GNOMO

Olvidado sobre la carretera yacía un ramito de dorados “Dientes de león”. Mucha gente pasaba por allí indiferente y hasta le daban con el pie; pero cuando Marlen lo vio dejó su cesto, lo levantó y lo llevó al arroyo para remojar sus tallos. Mientras lo retenía en el agua, y los rayos del sol iluminaban el bosque, asomó de sus flores un gracioso gnomo, pequeño como un dedo. “¡Gracias, Marlen!” -le dijo el gnomo para su sorpresa. Se arregló la dorada corona de su cabecita asomando un extraño fulgor, similar al de un candil navideño, convirtiéndose en el acto en un lindo anillo. “¡Llévame en tu anular izquierdo! -dijo el gnomo-. Cuando me mires tus ojos brillarán, y quien se acerque a ti se sentirá feliz, y el enojado recobrará su alegría”. El gnomo se fue y Marlene no dejó de mirar el anillo. ¡Todo le parecía tan bello! Mas, al llegar a su casa, oyó discutir a su madre con sus siete hermanas. Entró y todas callaron. ¡Cómo brillaba su aura! De golpe acabaron las riñas y reinó la armonía. Al volver su padre, abatido por el duro trabajo, de sólo ver a su hija rió reconfortado y con el corazón rebosante de alegría. Nadie vio el anillo en su dedo, pues invisible era para todos. Sólo ella lo veía, y lo conservó allí durante toda su vida. Al despertar le dirigía su primera mirada y asomaba el sol en todo su esplendor. Si había algún enfermo en casa, si alguien se sentía triste o enfadado iban a buscarla y todo se solucionaba. Así empezaron a llamarla “La niña del Sol”, y no sabían por qué... aunque no pudieron hallarle un nombre mejor... FIN 
Cuento Suizo

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