-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.

Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
LLegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo.
La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta.
En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida.
Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vió como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria.
Esopo

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