A Epaminondas la gustaba mucho ir a verla, porque ella siempre le daba algo para llevar a su casa.
Un día, cuando Epaminondas fue a ver a su abuelita, ella estaba acabando una rica tarta, y le dio a Epaminondas un pedazo para comer.
Cuando salía, le dibujo su abuelita:
- Epaminondas, llévale un trozo de la tarta a tu mamá.
La tarta de Epaminondas
Epaminondas lo tomó en sus pequeñas manos y apretó el trozo de tarta con tanta fuerza para que no se le perdiera y corrió todo el camino de vuelta a casa.
Cuando su mamá lo vio, le dijo:
- ¿Qué es eso, Epaminodas?
Y Epaminondas le respondió:
- Una tarta, mamá. La abuela la ha enviado para ti.
- ¡Tarta!, gritó su mamá. Epaminondas, ¿no sabes que así no se lleva una tarta? La próxima vez que la abuela te de un trozo de tarta, lo pones en el sombrero, y luego te colocas el sombrero en la cabeza y vuelves a casa.
¿Me oyes, Espaminondas?
Epaminondas le dijo:
'sí, mami'.
La siguiente vez que Epaminondas fue a ver a su abuelita, ella estaba batiendo leche y le dio un poco de mantequilla fresca para llevar a su mamá.
Epaminondas recordó las palabras de su madre y las siguió. Puso la porción de mantequilla en su sombrero, se puso el sombrero en la cabeza, y se fue a casa.
Hacía un día caluroso, y pronto la mantequilla se puso a derretirse. Goteó y goteó y goteó. La mantequilla le entró en los oídos, por los ojos, por la espalda y seguí goteando.
Cuando llegó a su casa, Epaminondas ya no tenía mantequilla en su sombrero. Se había derretido totalmente. Su madre al verle le preguntó:
- Epaminondas, ¿qué es lo que gotea de tu sombrero?
- Mantequilla, mami. La abuela la envía para ti.
La mantequilla que trae Epaminondas - ¡Mantequilla!!, gritó su mamá. ¡Ay Epaminondas! ¿No sabes que la mantequilla no se lleva así?
La próxima vez debes envolverla en una hoja de col, y refrescarla en el agua de la fuente. Cuando hayas hecho eso, agarras la mantequilla entre tus manos y vuelves a casa. ¿Me oyes, Epaminondas?
Y le dijo Epaminondas:
'Sí, mami'.
La siguiente vez que Epaminondas fue a ver a su abuelita, ella no estaba haciendo una tarta, ni batiendo leche. Estaba sentada en la silla tejiendo lana. Su abuelita le dijo:
- Epaminondas, mira en la leñera, y verás algo que te gustará.
Epaminondas miró en la leñera, y allí se encontró con cuatro cachorritos de perro.
Jugó con ellos toda la tarde, y cuando ya se volvía a casa, su abuelita le regaló uno.
Epaminondas recordó lo que su mamá le había dicho, y envolvió el cachorro en una gran hoja de col, lo llevó a la fuente y lo enfrió en el agua. Entonces, lo tomó entre sus manos y volvió a casa. Cuando su mamá lo vió, dijo:
- Epaminondas, ¿qué traes en tus manos?
- Un cachorro de perro, mami.
El cachorrito de perro de Epaminondas
- ¡Un cachorro de perro!, gritó su mamá. ¡Ay Epaminondas! Esa no es forma de llevar un cachorro. A los perritos se les pone en el sueño y se les lleva atados con una cuerda alrededor de su cuello. ¿Me oyes, Epaminondas?
- Sí, mami.
Epaminondas entendió lo que su mamá le dijo y se puso un trozo de cuerda en el bolsillo del pantalón y listo.
Al día siguiente la mamá de Epaminondas le encargó que fuera a por pan para la cena.
Le pidió a Epaminondas que fuera corriendo a la casa de abuelita para pedirle una barra de pan para la cena.
Epaminondas, enseguida, se puso a correr. La abuelita le dio a Epaminondas un pan recién horneado y muy crujiente.
Esta vez Epaminondas sabía lo que tenía que hacer. Sacó todo orgulloso la cuerda que tenía guardada en el bolsillo de su pantalón y ató a ella la barra de pan.
Luego puso el pan en el suelo, y atado a la cuerda tiró de él hasta que llegó a su casa.
Cuando llegó a su casa, su mamá miró extrañada la cosa que llevaba Epaminondas, atada al extremo de la cuerda:
- ¿Qué traes ahí, Epaminondas?
- Pan, mami. Es el pan que me dio la abuelita.
El pan para la cena de Epaminondas - ¡Ay, Epaminondas, Epaminondas! Ahora no tenemos pan para la cena.
Voy a tener que ir a buscar un poco.
Su mamá entró en la casa, se puso el sombrero, y cuando salió le dijo:
- Epaminondas, ¿ves esas tres empanadas de carne que he puesto en la puerta para que se enfríen? Ten cuidado, ¿me oyes, Epaminondas?
Ten cuidado en dónde pones el pie con esas empanadas. - Sí, mami. Su mamá se fue en busca de pan. Epaminondas fue a la puerta y se asomó.
Recordó lo que su mamá le había dicho y del cuidado que debería tener con las empanadas. Así que puso el pie justo en medio de cada una de las empanadas. Cuando su mamá regresó a casa con el pan, no había empanadas para la cena.
Su mamá se enfadó muchísimo.
No se sabe lo que ocurrió después, qué hizo su madre de cena.
Lo que sí se sabe es que Epaminondas tardó en entender lo que pedía su madre, por un buen tiempo.
Y colorín colorado, este cuento se ha casi acabado...
Una versión del cuento de 'Epaminondas', contada por la escritora Beatriz Montero
El vídeo del cuentacuentos de Epaminondas
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