La polilla come lana
de la noche a la mañana.
Muerde y come, come y muerde
lana roja, lana verde.
Sentadita en el ropero
con su plato y su babero,
come lana de color
con cuchillo y tenedor.
Sus hijitos comilones
tienen cuna de botones.
Su marido, don Polillo,
balconea en un bolsillo.
De repente se avecina
la señora Naftalina.
Muy oronda la verán,
toda envuelta en celofán.
La familia polillal
la espía por un ojal,
y le apunta con la aguja
a la Naftalina bruja.
Pero don Polillo ordena:
–No la maten, me da pena;
vámonos a otros roperos
a llenarlos de agujeros.
Y se van todos de viaje
con muchísimo equipaje:
las hilachas de una blusa
y un paquete de pelusa.
María Elna Walsh
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