miércoles, 2 de julio de 2014

Camino a Tucumán

Hace muchísimos años, allá por 1816, en una provincia muy pequeñita, la más chiquita de Argentina: Tucumán, ocurrió algo muy, pero muy importante. 
Los representantes de cada provincia se reunirían allí para firmar un Acta donde declaraban la Independencia, querían ser libres del rey de España. 
Ya se habían dado lo primeros pasos el 25 de mayo de 1810. 
Los representantes de cada provincia, tuvieron que viajar muchísimo para llegar a Tucumán, en esa época no había aviones ni autos veloces y cómodos como los hay ahora.
Los diputados, viajaban en diligencias, carretas, y a caballo. 
El viaje era muy cansador, pasaban frío, y debían comer a la orilla del camino o llegar hasta unas posadas, a descansar un rato y comer allí también. 
Era un enorme sacrificio pero ellos, estaban felices de poder hacer algo tan importante por su patria y por el pueblo argentino que estaba cansado de depender de un rey de otro país. 
 En Tucumán todo el pueblo los estaba esperando, prepararon la casa más grande de la ciudad que era la casa de la señora Francisca Bazán de Laguna, todos los vecinos ayudaban, ¡qué orgullosos estaban de que vendría gente tan importante! 
En esa época no había hoteles, entonces los vecinos se ofrecieron a recibir a los diputados en sus casas, y ellos aceptaron gustosos.



La ciudad de San Miguel de Tucumán en aquella época era un poblado de unos 5000 habitantes, con edificios públicos, templos y conventos en deplorable estado. 

Por eso se tuvo que buscar una casa de familia para reunir el Congreso. 
 La casa de la señora Francisca Bazán de Laguna, era una casa amplia, en muy buen estado y la más grande en ese momento de la ciudad de Tucumán. 
 Ella mandó a ampliar la sala para que pudieran entrar todos los representantes de las provincias. La sala quedó de 15 mtrs de largo por 5 mtrs de ancho. 
 Pidieron prestadas las sillas de las Iglesias de Santo Domingo y San Francisco. En el frente de la casa se destacaban dos típicas columnas en espiral llamadas Salomónicas. Todos sus cuartos daban a un patio central, donde se podía observar un gran aljibe. 
El techo tenía tejas rojas. Al frente de la casa se encontraban dos grandes ventanas con rejas.
Los muebles que se usaron los prestaron los vecinos, se buscaron los mejores muebles, todo el pueblo quería colaborar. Don Bernabé Araos, gobernador de Tucumán, prestó los muebles de escritorio y el tintero.



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