martes, 22 de julio de 2014

SABER PERDER, SABER GANAR

Saber ganar es una expresión de respeto. Ayuda a tolerar la frustración y saber asumir la victoria con humildad. 
 Para hablarlo con los papás...



Aceptar una derrota requiere una actitud vital sólida, saber a qué se juega, conocer el auténtico significado del deporte. 
 Paulo Coelho describe con elegancia la valía de saber perder: "Un guerrero acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria". 
"La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce", aseguraba Jorge Luis Borges; un valor que se ha perdido en la cultura popular de las últimas décadas, más obsesionada en el culto de la victoria (vista como el acto supremo de gratificación instantánea) que con el "fair play" de los primeros campeonatos del mundo de fútbol, esos en los que Uruguay solía jugar las finales. 
 Es difícil declararse perdedor. 
Practicar deporte tiene sus seguidores, pero su número no es comparable al de los aficionados pasivos, entusiastas del deporte que, sin embargo, apenas lo practican. 
Una paradoja que se expresa en toda su crudeza en los elevados índices de inactividad física que registran muchos países. 
 Los espectadores de cualquier gran cita deportiva, deportistas ellos mismos o no, comparten, en opinión del consultor y escritor Tony Schwartz, una obsesión malsana con la victoria. 
Nuestra cultura otorga todo al ganador y penaliza a quien se queda a las puertas del éxito. 
 Nadie se sienta en una grada, ni ante el televisor o el ordenador, consciente del esfuerzo realizado tanto por la minoría afortunada de los ganadores como por los perdedores. 
 Nuestra malsana obsesión con la victoria Cuando la victoria llega sin elegancia, actitud, juego limpio, espíritu de camaradería, ¿sigue siéndolo?
 La respuesta es afirmativa a efectos nominales; queda menos claro de si su valor equivale al de una victoria canónica, bien labrada, elegante, conducida sin prepotencia, respetuosa con los perdedores. 
 Hay que saber ganar y perder. 
 La infantil mentalidad del ganador-se-lo-queda-todo La mentalidad del "ganador se lo queda todo", tanto en el deporte como en la cultura en general.
 La victoria es una meta efímera "que promete más de lo que ofrece", que deja un peligroso vacío en quienes han dedicado sus esfuerzos a perseguir un logro concreto, con un instante fugaz de popularidad.
El carácter competitivo de la sociedad se observa también en el consumo conspicuo, o en la universidad a la que quieren acudir los adolescentes: lograr o no acudir a la primera opción elegida por el estudiante se convierte en un "todo o nada" en su entorno social. 
 No conseguir la primera opción le perseguirá durante toda la vida, no importa lo intachable que sea su currículo, mientras acudir a los mejores centros equivale a poco menos que una gran victoria deportiva. La sociedad repite la presión sobre los estudiantes cuando éstos acaban de estudiar. Se supone que deben encontrar un buen trabajo y lograr éxito económico que pueda transformarse en bienes que ratifiquen el nuevo estatus. Devolver el carácter inclusivo a victoria y derrota Hemos definido la victoria y la derrota de una manera tan excluyente que sólo un pequeño porcentaje de personas logra su cometido, a menudo sacrificando el resto de su vida, o padeciendo las consecuencias de haberlo dado todo por una meta efímera. 
 Los ganadores consistentes de todos los tiempos, en definitiva, no dejan de serlo cuando pierden, y aprenden tanto de la derrota como de la victoria. Para ellos, la victoria no es un fin en sí mismo, sino un premio añadido que hay que valorar en su justa medida, y no tratar como un trofeo que necesitamos para autorrealizarnos. 
 Séneca escribió hace 2.000 años: "Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti".

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